martes, febrero 24, 2004

EL OTOÑO DE NUESTRA LOCURA
Nota: Los títulos de los apartados del artículo presente son versos del poema Pero ya no hay locos de León Felipe (sin embargo, no es una glosa sobre el mismo), mientras que el título principal fue tomado de la canción Autumn of my madness deProcol Harum.

1. ...Todo el/ mundo está cuerdo, terrible, mostruosamente/ cuerdo.
Si uno ve u oye cualquier noticiero o lee cualquier periódico, parecería que el mundo se haya en un caos demencial. Aumento en la violencia en todo ámbito, economías y políticas caóticas, devastación de nichos naturales y humanos, aumento de trastornos psicológicos derivados de la neurosis, etc, etc y etc. Pero en realidad no sufrimos de locura sino de cordura. Hemos escalado en los niveles de violencia civil porque nos hemos hecho conscientes de nuestra capacidad destructiva y, en contraposición, hemos conseguido nuestros avances en ciertas áreas de la ciencia porque nos hemos hecho conscientes de nuestra capacidad creativa. En fin, para no hacer el cuento largo, basta con decir que todos los problemas y todas las soluciones que tenemos hoy existen porque hemos avanzado en la consciencia de nosotros mismos, o sea que nos estamos haciendo cuerdos.

2. ...y el hombre aquí, de pie, firme...
Muchos historiadores manejan que la última gran revolución social de Occidente se inició en 1918, al finalizar la Primera Guerra Mundial, dado que fue el momento en que la población general, el hombre común, comenzó el rompimiento definitivo con un lastre del pasado: la falta de opinión. A partir de ese momento, los pueblos --con las características y condicionantes propias de su cultura y sociedad-- exigieron que se hiciese valer la máxima de vox pópuli, vox dei. El hombre común hizo saber que tenía una opinión de cómo quería que fuese su mundo, y aunque aún no hemos visto una verdadera democracia en ningún país del mundo, todos los hombres y mujeres ya luchan por hacer saber su opinión respecto a lo que quieren, ya sea para sí o para su sociedad.

3. ...¿cuándo se quiebra y salta roto en mil pedazos el mecanismo del cerebro?
La vida moderna cada vez es más rígida y restringida a los parámetros de la cordura. Todo, o casi todo, se guía con lineamientos del cronómetro, con convencionalismos que ya obedecen más a juicios que a intuiciones; la planeación de la vida se hace con una mayor congruencia entre lo que se desea y lo que se puede, entre otras cosas. Esto quiere decir que se vive más cuerdamente, pues el hombre hace un mayor uso de razón para construir su vida.

Ante esta restricción cada vez mayor de la vida a la cordura, la mente exige que haya un momento de respiro en que el raciocinio se vea relegado o, por lo menos, quede latente. Entonces se recurre a la literatura barata, la televisión vanal, los espectáculos deportivos, las drogas y las perversiones, que son momentos de locura, de huir de la consciencia, pero que, en una estadística simple, abarcan muy poco tiempo en la vida del hombre.

4. ¡Qué bien marcha el reloj! ¡Qué bien marcha el cerebro!
Hay una mayor toma de consciencia, es verdad, aunque esto no significa necesariamente mayor entendimiento común ni igualdad de pensamiento. En EE.UU. sigue la pugna entre quienes avalan la guerra contra Irak y quienes la desaprueban, aun cuando ambos bandos sean conscientes de por qué toman tal o cuál partido e incluso entienden las razones del contrario aunque no lo aprueben. A fin de cuentas, apenas estamos en el albor de nuestra toma de consciencia (86 años es muy poco para una especie que lleva 20,000 de existencia), pero todo apunta a que cada vez nos haremos más cuerdos y tendremos menos capacidad de locura, cumpliéndose así el sueño platónico de la subordinación del yo sensual al yo racional.

Aunque he de reconocer que soy más dado a la razón que a la pasión, rechazo un mundo donde la locura sea erradicada como un virus. Esta pandemia de cordura no me gusta, porque si la humanidad ha llegado a ser lo que es hoy fue por sus dioses y por sus diablos, y la misma razón me sugiere que Saramago estaba en lo correcto al sugerir, en El evangelio según Jesucristo, que Dios está condenado al fracaso sin el Diablo.