miércoles, agosto 23, 2006

MÉXICO, CREO EN TI, O LA TRISTE HISTORIA DE UN GALLITO DE ESPERANZA
Dos semanas atrás, un reciente amigo, para quien trabajé como editor de su periódico en Puerto Vallarta, me escribió pidiéndome un artículo para una revista que piensa publicar. Cuando me especificó lo que quería, acepté de buen agrado, sin saber entonces que sería una de las tareas más ilustrativas que tendría en mi tan corta vida como escritor. Aparte de permitirme ejercer mi instrucción antropológica (cosa que no había tenido oportunidad de hacer desde que concluí la carrera hace cinco años), me dio la oportunidad de comprender ciertas cosas de la vida política del país, fuera de lo que los analistas políticos dicen en los diferentes medios de comunicación.
La labor consistía únicamente en hacer una crónica de color sobre los campamentos que los seguidores de Andrés Manuel López Obrador han montado en la Ciudad de México. Y hubiera sido fácil hacerlo, pero tenía en contra mi animadversión por esa persona, la cual ya la sentía desde antes de la contienda presidencial. Sin embargo, dado que mi amigo me pidió una crónica y no un artículo de opinión, opté por el único medio que hacía menos subjetiva mi objetividad (no existe la objetividad pura, pero esto es más que sabido): describir lo que veía.
Como la mentada crónica ahora es propiedad de mi amigo, me abstengo de copiarla aquí; además, siendo éste mi espacio personal en la red, creo que es mejor que aquí sí dé mi opinión respecto a lo que vi en esos días y algo más sobre lo que he visto en fechas posteriores.
Para empezar, quiero decir que me opongo categóricamente a los mentados campamentos. Si bien me niego a decir, como hacen algunos medios, que han secuestrado a la ciudad (la ciudad siempre será superior a las pretensiones de este individuo), sí digo que estoy hasta la madre de que el Peje afecte mis derechos constitucionales en aras de sus intereses personales. En su obvio deseo de llegar a la silla presidencial, él ha hecho que el tránsito por las calles de la Ciudad de México sea casi imposible, máxime si se tiene que circular por las zonas cercanas a la Secretaría de Gobernación. ¿Acaso ya se les olvidó que, con tal de asegurarse algunos votos en sus aspiraciones presidenciales, permitió que la gente de Atenco marchara por las calles de la ciudad machete en mano, lo cual no sólo está prohibido en esta entidad sino en todo el país? ¿Acaso ya se les olvidó que prácticamente semana tras semana tuvimos que sopotar marchas de todo tipo durante el tiempo que él fue jefe de gobierno? ¿Acaso ya se les olvidó que cuando hubo una marcha en la que se pidió más seguridad en la Ciudad de México, él la denigró diciendo que se trataba de parte del complot en su contra? Y sí, la gente parece tener muy mala memoria, porque sus seguidores le creen a fe ciega cuando él dice que los medios de comunicación, especialmente Televisa y TV Azteca, han montado una campaña en su contra --tanto en la contienda presidencial como después de ésta para validar el "fraude"--, pero olvidan que durante el tiempo que él fue jefe de gobierno, hizo una precampaña presidencial con los logros de su gestión en esos mismos medios. O sea, no le importó cuando, a costa del erario de la Ciudad de México, usó esos medios para hacerse publicidad, pero ahora sí los denosta, cuando a sus mítines de hoy le dan tanta o más cobertura que a las acciones del Presidente de la República. (Que conste, no soy afecto a Fox, quien ha distado mucho de ser un buen presidente, y el uso de las mayúsculas es por corrección de lenguaje, no porque acepte al presichente.)
Eso sí, acepto que ha podido echar mano de la estupidez de sus rivales políticos. Desde la pésima ejecución del desafuero (y no defiendo al Peje, porque no hay que olvidar que el delito existió, y que la gente tampoco olvide que no abrió una calle a cualquier hospital, sino a uno de los más caros del país) hasta la muy sucia campaña de los panistas (razón que me hizo negarle mi voto igualmente a Felipe Calderón), le pusieron en bandeja de plata mejores medios de los que Bush tuvo para derrotar a Kelly, pero el Peje, como el mal político que es, los desaprovechó. Yo acepto que si la elección hubiera sido dos o tres meses antes, quizá hubiera ganado la presidencia por un margen que evitara el desmadre que vemos hoy, pero él mismo se encargó de convencer a muchos indecisos de no votar por él. De no haber sido por el Peje, Calderón no hubiera tenido la cantidad de votos que tuvo. Desconozco si hubo o no un fraude de gran magnitud en esta elección, pero sí sé que, en efecto, mucha gente votó en contra de López Obrador. No sé de dónde saca él ahora que contaba con el apoyo de casi el 50% de los mexicanos, porque ni en su época de mayor arrastre contaba con ese porcentaje. Quizás siguió creyendo que contaba con los índices del 35 o 40% del padrón electoral, que sí tenía a principios de la contienda presidencial, pero se niega a reconocer que lo perdió paulatinamente desde su negativa a presentarse al primer debate. Es más, hubo una acción que me hizo ver que él sabía que había perdido la elección el mismo 2 de julio. Después de que Luis Carlos Ugalde hizo su anuncio de que no se veía una tendencia de preferencia por algún candidato, el Peje saltó para decir que, según encuestas del PRD, él debía ganar por 10 puntos porcentuales, y ordenaba al IFE que respetara los números del PRD, no los del IFE. En ese momento ya se anunciaba lo que vemos hoy: yo quiero ganar a la de a huevo, así que no me importa lo que haga el IFE.
Repito, desconozco si hubo o no fraude, por lo que prefiero hablar de ciertas cosas lógicas visibles para todos. En primera, el discurso del Peje de que no era posible que si había ganado en la mitad de los estados, no hubiese obtenido un porcentaje de, por lo menos, 40% de votos. Bueno, no se necesita ser un genio de las matemáticas para entenderlo, basta con una aritmética sencilla. Basta con sumar las poblaciones con edad de voto en cada estado para saber que obtener el 100% de votos en Tabasco apenas da la tercera parte del electorado de Jalisco (que nunca ha visto al PRD con buenos ojos), y así estado por estado. Y si bien es cierto que la Ciudad de México tiene el mayor número de votantes de todo el país, y también es cierto que es el principal bastión del PRD y la pejemanía, igualmente es cierto que ni aquí obtuvo el 100% de la votación, y que un 30% de la población defeña es equivalente al 100% de más de un estado. Vamos, lo que quiero decir es que cuatro grupos de una manzana cada uno no es lo mismo que cuatro grupos de dos naranjas cada uno; la cantidad de grupos son los mismos, no así el número de frutas.
En segunda, el discurso del Peje de que debe hacerse el recuento voto por voto y casilla por casilla (ya estoy hartode oír esta consigna). Bueno, esto todavía sería pasable si no fuera por un par de cuestiones: a) AMLO ya ha dicho que hay, según él, paquetes electorales adulterados; b) AMLO ya ha dicho que, según él, hubo manipulación del contenido de las urnas desde las mismas casillas; c) AMLO ya ha dicho que, según él, muchas de las boletas con votos a su favor han desaparecido físicamente de este planeta. Claro, lo que el Peje & Cía. buscan es que el TRIFE vea tantas anormalidades que declare nula la elección. Pero analicemos con calma cada circunstancia.
a) Los paquetes electorales debieron adulterarse después de que los Consejos Distritales efectuaron la revisión de los mismos (de allí que ahora hayan presentado denuncias contra varios consejeros distritales). Esto sería fácilmente verificable confrontando las actas de escrutinio de los consejos, de las cuales los partidos políticos tienen copia; al haber discrepancias, se detecta el delito electoral. Para ello, claro, las actas de los paquetes electorales deben ser falsificadas, por lo menos en lo tocante a la firma del representante del PRD que la avaló o impugnó. El problema aquí (y es lo grave de la situación) es que se falsificaron las actas en posesión del TRIFE, del PAN, del PRI, del Verde Ecologista, del PANAL y del Social. Las únicas actas no falsificadas, según este criterio, son las que están en posesión del PRD, del PT y de Convergencia. Ello significa que toda la clase política del país, muchos de los cuales están allí por supuesta elección ciudadana, está coludida en este cochambre, incluida la del PRD, la del PT y la de Convergencia.
b) La manipulación de las urnas debió hacerse a la vista de todos los encargados de la misma, incluidos los representantes de los partidos políticos en las mismas. El Peje ya ha dicho que muchos de los miembros de su partido participaron de buen agrado en esta acción. Entonces, ¿cómo concederle valor moral a un partido en el que sus mismos líderes acusan a sus miembros de carecer de tal moral? ¿Cómo verificar la falsificación de las actas de los Consejos Distritales si los representantes del PRD ante ellos igualmente pudieron ser corrompidos? ¿Cómo aseverar los hechos de una denuncia cuando el mismo denunciante es parte de los inculpados?
c) La desaparición de las boletas pudo darse en cualquier momento, tanto dentro de la misma casilla como en el traslado de las mismas, en las oficinas del IFE o en las oficinas del TRIFE. Para poder comprobar la existencia de dichas boletas, habría que acudir a las actas de escutinio de, primero, los funcionarios de casilla, luego a las de los Consejos Distritales y, finalmente a las del TRIFE. Pero, si todas estas actas ya están falsificadas, ¿cómo comprobar la existencia de algo que, tanto física como virtualmente, no existe? AMLO llegó incluso al absurdo de decir que se habían encontrado boletas en botes de basura. Caray, ¿acaso somos tan pendejos que podemos creer que haya alguien tan pendejo? Es obvio que no iba a pasar lo mismo de 1988, cuando las boletas se desaparecieron a la vista de todos. En esta ocasión, si es que en efecto se desaparecieron las boletas, lo fueron antes de que cualquiera pudiese demostrar su existencia.
Y sí, ya sé que no faltará quien salte y me diga que estas tres acciones (y otras más que dejo en el tintero) tuvieron que hacerse para validar el fraude cibernético. El problema es que AMLO primero habló del fraude cibernético (oh Hildebrando, Hildebrando), lo cual es un absurdo lógico. El fraude cibernético hubiera sido una validación de las acciones previas no al revés. Pero le voy a seguir el juego al Peje & Cía. Un escenario es el siguiente: con la capacidad de comunicación que tenemos en estos días, es cuestión de un minuto saber quién ganó en cada casilla, decidir cuántas boletas se van a cambiar por otras, incluso dejando a AMLO como ganador en esa casilla pero por un margen menor (o ampliando el margen en las que sí había perdido), hacerlo saber a la central del IFE, hacer aparecer esos datos en el programa de cómputo, y listo, ya se validó el fraude. Como los funcionarios de la casilla ya fueron comprados, igual que los representantes de partido, entonces, no hay necesidad de falsificar ningún acta, porque estos sólo firmarán una que contenga los datos que han de hacerse oficiales. El único problema de esto es que se puede aplicar para ambas partes.
Cierto, olvidaba que el Peje & Cía. se han autodenominado los únicos políticos honorables de todo el país, incapaces de cometer un acto que esté fuera de la legalidad. Pero, ¿es ello cierto? A ver, si la memoria no me engaña, el Peje llegó a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México de manera ilegal, ya que al momento de presentar su candidatura no contaba con el tiempo mínimo de estadía en el lugar. Ello de antemano le hubiera descalificado para ser electo, y si es todo un defensor de la legalidad, él mismo se hubiera abstenido de presentarse a la elección faltando a las leyes. Pero no fue así. No sólo se presentó, pasándose la legalidad por el arco del triunfo, sino que la ganó reñidamente a Santiago Creel, quien empezó tardíamente su campaña. Yo sé que el hubiera no existe, por lo que no manejaré hipótesis sobre Creel, pero sí diré que ello ya sirve de parámetro para saber que no contaba con la simpatía de la gran mayoría de los capitalinos, y que nunca contó con ella, pese a que él, en su alucine (que dudo él mismo se lo crea pero bien que nos lo quiere hacer creer) diga que casi todo defeño es pejista.
Retomemos el asunto del desafuero. Reconozco que, como se trató de hacer, fue una cochinada (si lo hubieran sabido hacer, otra cosa sería), pero, como dije párrafos arriba, el delito allí está. ¿Cuál fue el principal argumento del Peje en ese caso? Que se le quería condenar por haber abierto una calle a un hospital. Bien por él, con la excepción de que dicho hospital, como ya dije, es uno de los más caros del país. Él, que siempre enarboló la bandera de primero los pobres, ¿no es acaso una contradicción que cometiese semejante acción para favorecer exclusivamente a la clase pudiente? Pues, la verdad, la contradicción no está en lo del hospital, sino en su propuesta de primero los pobres. Cuando abrazó esa plataforma política, en busca de los votos, y diciendo que controlaría la acción de los grandes capitales (es decir, estatismo del capital), olvidó que, antes, dio entrada a esos mismos capitales para la restauración del Centro Histórico. Esa magna obra suya de rescate fue auspiciada, patrocinada y entregada a los grandes capitales. Cada edificio rescatado por Carlos Slim fue en beneficio de la economía de Carlos Slim. Cada edificio rescatado por la Fundación Banamex y demás fue en beneficio de la economía de los miembros de la Fundación Banamex. Y sí, me dirán que así le da mayor atractivo turístico a la Ciudad de México, lo cual se traucirá en mayores divisas para el erario, mismas que serán entregadas a la ciudadanía en la forma de infraestructura y servicios. Bueno, lo acepto, el problema es que en los dos años en que él estuvo al frente de la jefatura de gobierno, la mayor cantidad de presupuesto fue para la delegación Miguel Hidalgo, donde se concentra la mayoría de los principales capitales, y la menor cantidad fue para Iztapalapa, donde se requiere la mayor cantidad de infraestructura y servicios. ¿No que primero los pobres? Está bien, nos mantuvo el metro a dos pesos el viaje, lo cual es un subsidio de cantidades estratosféricas, y también dio el apoyo a los viejos, de menos cuantía pero también considerable, porque sí hizo cosas buenas durante su gestión, sólo que hay un inconveniente, ¿cómo saberlo? De todo el país, la única entidad importante (esto para eliminar del campo a municipios) que se ha negado a hacer públicas sus cuentas es el Distrito Federal. Quizás el Peje se negó a hacerlas públicas para que sus enemigos políticos no las manipulasen para atacarlo; pero quizás no lo hizo justamente porque temía que sus enemigos hayasen con qué atacarlo. ¿Qué respondió el Peje siempre que se le cuestionó al respecto? Puras evasivas. Nunca un dato duro. Y cuando el cuestionamiento le fastidiaba, hacía uso de su arma favorita: la descalificación.
¿Cómo creer en la altura moral de alguien que no admite réplica? Desde que asumió el cargo de jefe de gobierno, el Peje ha descalificado, llegando al grado del insulto, a todo aquel que tuviese un parecer contrario al suyo. Él, que se dice el último gran abanderado de la democracia, ha sido la persona más antidemocrática en ese aspecto. Cualquier manifestación para aplaudirle, es una demostración de su capacidad como político y gobernante; cualquier manifestación para criticarle, es una demostración de ignorancia, de mala voluntad, de manipulación. Casi me parece estar oyendo al Chapulín Colorado: "síganme los buenos, y el que no me siga, que mingue a su chadre". Incluso en los mítines que hoy realiza día tras día en el zócalo, los interlocutores previos a él son más coherentes, al decir que quien votó por Calderón también tiene derecho a que se respete su voto; no así López Obrador, para quien el único voto válido es el voto por él, y quien votó por Calderón es un ignorante, mal intencionado y manipulado. Y éstas son sus palabras textuales. Para él, todo es manipulación. Los medios de comunicación sólo le están haciendo el juego al fraude de Fox, según él. Pero, entonces, ¿por qué en, por ejemplo, la Hora Nacional, se siguen hablando de las bondades de la gestión del Peje, y ahora la de Encinas? Según el Peje y todo su aparato propagandístico, en la ciudad disminuyeron la inseguridad, los problemas viales, la falta de infraestructura y se mejoró la condición de vida. Pero, ¿dónde queda esta Disneylandia, que yo no la conozco? En los dos años de su gestión, me tocó ver dos casos en que se quejaron de hurtos en dos distintas líneas del metro, y una vez, caminando por la calle de Balderas, vi cómo un individuo correteaba a otro que le acababa de robar un portafolios. También veía, al salir de noche de mi trabajo en la colonia Escandón, cómo el vigilante tenía que revisar desde una ventana que no hubiese en la calle alguien cerca, porque la editorial ya había sufrido un robo. También supe que a un amigo le desvalijaron el auto, que estaba estacionado en una calle del Centro Histórico. Y qué decir que no noté gran mejora en avenida Insurgentes, la cual veo todas las semanas porque mi padre vive a un par de cuadras de ella. De Paseo de la Reforma mejor no hablo, porque desde antes de los campamentos había veces en que tenía que hacer casi media hora desde Chapultepec a la Fuente de Petróleos. Y avenida Chapultepec, pues, varias veces tardé más de diez minutos en pasar su cruce con Sonora. Cosa distinta es la calzada Zaragoza, que después del aeropuerto (creo que incluso desde antes) presenta tal cantidad de baches, olas y cuarteaduras, que hay partes en que uno se puede volver un experto en slalom, por los volantazos que tiene que dar. Y por toda la delegación Iztacalco se ven calles en las mismas circunstancias. El drenaje profundo, en varias partes de la ciudad, presenta una falta de mantenimiento notoria en cualquier lluvia fuerte, lo cual aumenta el adorable olor que se deja sentir todos los días en las cercanías de Pantitlán. Como es bien sabido, hay zonas de Iztapalapa donde el agua les llega una sola vez a la semana y con pipa. Los linchamientos de Tláhuac fueron una respuesta a la desconfianza absoluta que la ciudadanía tiene por las autoridades policiales. Una amiga muy querida lleva meses en un problema penal que no ha sido solucionado por corrupción judicial. Y así me podría seguir, enumerando uno tras otro los problemas que hay en la Ciudad de México, y el Peje, en vez de asumir una actitud humilde y decir que falta mucho para poder resolver sus problemas, habla como si caminar por Iztapalapa fuera igual que caminar por la zona turística de la ciudad de Hamburgo; que transitar en coche a las tres de la tarde por el cruce de San Cosme e Insurgentes es tan fácil como a las tres de la mañana, y que los vendedores ambulantes han aumentado porque la consideran una actividad comercial más lucrativa. Carajo, si tanto criticamos a Foxilandia, ¿por qué no criticar la Pejelandia? Porque criticar al Peje, repito, es ser ignorante, mal intencionado y manipulado.
Hay momentos en que me gustaría decir que la gente le hace a la tía Lola, que se hace tonta ella sola. Pero tengo que decir que no es así. Por lo que vi, y sigo viendo, en la gente que asiste a los mítines del Peje, la verdad ya está dictada. El Peje & Cía. han sabido manipular su información de tal manera que la gente ya no se siente tentada a pensar. Las consignas se gritan de una forma tan mecánica, que las mismas palabras han perdido su significado. Hasta hace un par de semanas, voto por voto, casilla por casilla quería decir algo; hoy, ya la gente no sabe qué significa esa frase. Sólo saben que gritar eso es equivalente a decir hubo fraude. Es más, ya no importa pedir pruebas, lo que interesa es insultar a Calderón, a Fox y a las televisoras. La gente no propone, sólo oye lo que dicen Peje & Cía. y acatan sin chistar. Y lo peor es que, como ya hemos visto, empiezan a haber agresiones. Unos pejistas, furiosos, destrozan un coche que lleva una calcomanía de Calderón. Un pejista suelta su retórica en una esquina, y veinte lo rodean y le gritan que ya devuelvan la ciudad. Yo, que para hacer mi crónica tuve que chutarme varios de los panfletos que se reparten en los campamentos, fui muy mal visto por quienes iban en el mismo vagón del metro.
Dice un dicho que todo país tiene el gobierno que se merece, pero, ¿qué fue lo que hicimos los mexicanos para merecernos a AMLO, a Calderón y demás fulanos?