domingo, septiembre 11, 2005

MIS QUINCE DISCOS FAVORITOS

Si con el texto anterior me vi con problemas para hacer el listado, con éste sudé sangre. Una vez un compañero de la licenciatura me preguntó qué me gustaba más, si la literatura o la música, y le respondí diciendo que me sería imposible leer tantos libros como discos he oído. Es cierto que es incomparable la cantidad de tiempo que se requiere para completar la escucha de un disco que con la necesaria para la lectura de un libro, pero, al menos en mi caso, puedo pasar un día sin leer una página, pero no puedo pasar una hora sin oír una canción. En efecto, soy un gustoso de la lectura, pero soy un vicioso de la música. Así, el lector comprenderá cuán difícil me es seleccionar sólo quince discos de una gama que supera por mucho en magnitud a la de la literatura, que ya me resultó dificultosa.

Desde un principio decidí delimitar el campo a mi fonoteca personal, lo que no fue de gran ayuda. Ahora sí me sentí tentado a determinar un número fijo para cada género, pero, nuevamente, no lo consideré justo. Entonces, opté por un método muy simple: ir título por título y anotar cuáles había oído más veces, ya que la recurrencia era en este caso sinónimo de preferencia. Claro, el número de veces debía ser concordante con la fecha de compra, ya que es obvio que discos de años anteriores podrían tener una o dos oídas más que los recientes y no reflejarían una preferencia real. Pero, huelga decirlo, el método tampoco me sirvió de mucho.

El problema era muy simple, estaba usando demasiada razón en algo que requería de más pasión. Lo que debí hacer desde un principio era dejar de romperme la cabeza con metodologías y dejarme llevar sólo por la querencia. Y así lo hice. Nada de restricciones, nada de principios, únicamente placer auténtico. El único incoveniente es que de todos modos había demasiados títulos que reclamaban sus fueros en mi afecto. Y sí, fue una labor titánica, pero estos quince que listo a continuación no pude eliminarlos bajo ninguna circunstancia. Sólo una aclaración, aquí el número uno no implica mi disco favorito, pues todos son mi "número uno", y no tengo un máximo aquí. Para ello tendría que hablar de músicos, pero creo que aún así no podría seleccionar sólo uno.

15. Cannonball & Coltrane.
Ya desde el título se sabe lo que hay en este disco: Julian "Cannonball" Adderley y John Coltrane, dos de los mayores monstruos del saxofón en jazz. Un disco de jazz cool que tiene toda la esencia de lo que fue ese estilo. He de decir que este disco fue el responsable de mi apasionamiento por el género. Mi padre lo tenía en su fonoteca, y en una visita que le hice, mientras yo revisaba sus discos para decidir qué oiríamos junto con un whiskey, me encontré con él. La portada se me hizo conocida (no recordaba si lo tenía desde que era niño, entonces en acetato), y le pedí que lo pusiera, más por curiosidad que por otra cosa. Desde la primera pista quedé boquiabierto. Unos años antes mi papá me había dicho que, según él veía, tarde o temprano terminaría oyendo jazz frecuentemente, y cuando oí ese disco y tras pedirle que lo pusiera una segunda vez, me dije (no sé si para mí o en voz alta): ésa es la música que quiero oír en adelante. Afortunadamente, mi papá tuvo razón. Por cierto, el disco ya no está físicamente en su fonoteca, sino en la mía.

14. Low.
David Bowie es uno de mis músicos favoritos. El primer disco que oí de él fue uno que apareció en una colección que hace alrededor de dos décadas vendió la editorial Salvat, junto con un fascículo de una Enciclopedia del Rock, y me agradó bastante. Con el paso de los años, fui descubriendo más y más que el sonido de Bowie era idóneo para mi carácter, especialmente porque siempre iba a sorprenderme. Este disco en especial tiene una magia muy especial para mí. No incluye ninguna de mis canciones favoritas de Bowie que pudieran justificar mi preferencia por el disco, es el disco como obra completa lo que me fascina. Reconozco que lo compré en un momento de mi vida en que el sonido melancólico, casi rayando en la desesperación (de allí el título), concordaba con mi estado de ánimo, pero ahora que mi situación anímica es distinta, lo aprecio más. Para mi gusto personal, este disco es la opera magna del Duque Blanco.

13. Leonard Bernstein/Tchaikovsky-1812 Overture.
Con este disco, de Bernstein dirigiendo a la Filarmónica de Israel, se apuntaló mi gusto por la música clásica. Ya antes había gustado de otras piezas de música clásica, como la sonata Claro de Luna de Beethoven (cuyo primer movimiento es lo que más me gusta de toda la música), pero este disco me cautivó por completo. Además de la excelente versión de la Obertura 1812, que sigue a la perefección la dinámica que debe tener la pieza, la Marcha eslava es un bocado de cardenal auditivo que no me canso de oír en esta versión. Sé que Tchaikovsky tiene fama de compositor amelcochado, pero en esta ocasión hasta el Capricho italiano suena bello, pero no demasiado dulzón. Este disco es una prueba de que los compositores son grandes, pero lo son más en manos de un gran director.

12. Unicornio.
Silvio Rodríguez siempre será de mis favoritos. Dejemos de lado su voz (que sonaría mejor si no se empeñara en cantar tonos que le quedan demasiado altos), y enfoquémonos en su música y su poesía. En este disco, que contiene mi canción favorita de él (La maza), están varias de las canciones mejor logradas del gran cubano. Por quien merece amor es quizá la forma más sutil de hacer una canción de protesta, donde el mensaje es directo pero no hay manera de acusarlo. Son desangrado es un auténtico son cubano, más cercano a la forma tradicional que los de, por ejemplo, Pablo Milanés, y sobre la letra, bueno, léase lo dicho en la canción anterior. Claro, todo este disco (como la mayoría de los de Silvio) tiene una fuerte carga política, pero también tiene una musicalidad fabulosa que me llena por completo los sentidos y que hace olvidar la voz de Silvio. Y de La Maza, sólo diré que yo la toco más en guitarra que la mismísima Ojalá.

11. The Beatles.
El famoso Álbum Blanco no podía dejar de estar aquí. Ésta es quizá la colección más ecléctica de música que se haya grabado, donde la única unidad entre las piezas son los ejecutantes (y a veces ni eso, porque en Blackbird es McCartney solo). Honestamente, este disco tiene todo. Rock & roll californiano, baladas suaves, folk rock (recuérdese que son ingleses, no estadounidenses, por lo que su folk rock no es como el de Dylan), hard blues, jazz neoyorquino, rock pesado, música experimental (ojo, Revolution 9 no es puro ruido como se cree; Charles Mingus ya había experimentado en 1962 con sonidos cotidianos en vez de instrumentos y esta canción sigue ese patrón; escúchela con calma y notará que sí hay sentido en los sonidos), música exótica (bueno, ya sabemos que eso quiere decir música de países que no son anglosajones o del centro de Europa), y estilos que aún no existían y después se les puso una etiqueta. Y sí hay sonido beatle, pero mejorado. Si no me cree, oiga con atención la segunda parte de Hapiness is a warm gun.

10. Alive.
Años antes de que mi papá me dijera que terminaría optando por el jazz, un amigo me puso este disco de la Chick Corea Akoustic Band. En esa época yo estaba demasiado inmerso en el rock, y casi despreciaba todo lo que no fuese de ese género. Pero este disco me encantó, e incluso soporté que su tía nos arruinase la sesión de música con su presencia en el cuarto. Cuando ya me aficioné al jazz, uno de los títulos que quise comprar desde un principio fue éste, pero no recordaba el título, sólo que era de Chick Corea y la portada. Creo que ésta es la única vez que he ido de cacería por un disco. Fui a cuanta tienda se le pueda ocurrir, varias veces por semana, en pos de esta joya de la música. Finalmente lo encontré, pero el precio me pareció un poco exagerado, y, bueno, ahí me tiene haciéndome cliente habitual de esa tienda, juntando puntos de compra hasta que el disco me quedó a un precio que me pareció aceptable (aunque aún oneroso). Ese día llegué a la casa, y mi madre veía no sé qué programa en la tele. Bueno, ¿cuál sería mi emoción que le rogué a mi madre que me permitiese ponerle el disco en ese momento, sin importarme qué tanto le interesase el programa que veía? Para que el lector se dé una idea de la calidad de este disco, que es de jazz contemporáneo sin ser de vanguardia, mi madre, que no gustaba del "ruido" que oigo a veces, al terminar el disco me dijo: No puedo decir que me agrade el estilo, pero está excelente. Mejor no le digo lo que yo opino del disco.

9. Rare & Unissued.
Bueno, ya era hora de que hiciera una trampa. Esta recopilación (oficial) de Muddy Waters la compré cuando recién ingresé a la preparatoria, y fue responsable de muchas borracheras en solitario. Me encerraba en el estudio de la casa, con una botella de whiskey y una cajetilla de cigarrillos recién compradas, y lo ponía una y otra vez hasta que había vaciado la mitad de la botella. Esas tardes fueron fabulosas, y no por el whiskey ni por el cigarrillo, porque ahora escucho ese disco con una taza de café (el cigarrillo sigue) y el efecto es el mismo. Es el gran Muddy, que por este disco se volvió mi bluesman favorito. No le exagero al decirle que siempre que lo pongo lo tengo que oír dos veces, sin falta. Y no importa qué esté haciendo, tengo que abstraerme por completo cuando suena Iodine in my coffe. Uno de los mejores discos del Hoochie Coochie Man, sin duda.

8. Milonga de Ojos Dorados.
El primer disco que compré de Alfredo Zitarrosa fue Guitarra Negra, y luego compré otros, pero éste tiene un lugar especial en mi corazón. No sólo tiene mi canción favorita de él (Milonga para una niña, que a la fecha la canto casi diario en la regadera), sino que me parece su disco más adecuado para mi gusto, aun cuando el otro que mencioné es un poco más musical, lo acepto. Como anécdota personal, le contaré que cuando se descompuso mi tornamesa, al día siguiente compré una copia de este disco en cassette, para poder seguirlo oyendo mientras lo reparaban. Y, bueno, ahora ya lo tengo en CD. Creo que es obvio mi gusto por este disco. Lástima que nunca habrá una recopilación perfecta de Zitarrosa (salvo una de seis volúmenes, editada en Uruguay).

7. Stand Up.
Bueno, yo siempre he dicho que Jethro Tull no toca rock. A mi oír, tocan jazz, pero Ian Anderson mismo dice que tocan rock, así que hagámosle más caso a él. Este título en especial, además de incluir mi pieza favorita de ellos (Bourée, y sí, ya sé que es Bach, pero no es por Bach, es la versión, es por Jethro que me encanta), tiene todo lo que se puede esperar de un disco excelente. Desde el rock más agresivo, pasando por el psicodélico, tocando la balada más depresiva, hasta el rock más jocoso que se pueda hacer. Yo sé que es difícil elegir un disco de Jethro (siempre habrá por lo menos una pieza que no esté en el que uno elija), pero éste ha sido mi favorito del grupo desde que lo compré. Y sí, que me disculpe Ian Anderson, pero aquí se muestra muy claramente que tocan jazz, jazz y jazz.

6. Sonamos Pese a Todo.
La primera vez que oí a Les Luthiers me dije que estaba ante una auténtica muestra de auténtica genialidad. Nadie como ellos para crear una música situacional, y este disco en especial, el primero de su discografía, es donde mejor se muestra su calidad como músicos, a mi parecer. Ya se notaba que los muchachos eran unos virtuosos, no de un instrumento sino virtuosos de la música. La cantidad de géneros que hay en este disco es asombrosa, y ya no hablemos de los instrumentos informales, que reforzarían mi aserto de que son unos virtuosos (digo, ¿quién más puede tocar un trombón bajo hecho con tubos de papel higiénico?). Pero, bueno, basta con oír la Epopeya de Edipo de Tebas seguida de la Candonga de los colectiveros para que uno entienda que la música es otra cosa.

5. Los Unos por los Otros vol. 2
¿Alguien me podría explicar por qué al momento no hay una edición en disco doble de Los Unos por los Otros? Bueno, reconozco que no he oído el primer volumen (ni siquiera sé qué poemas trae), pero con éste Paco Ibáñez se ganó un lugar irrebatible en mi corazón. No son sólo los poemas (todos ellos geniales, huelga decirlo), es la forma en que Ibáñez los musicalizó y cómo los cantó, a pesar de tener una voz no muy grata para los que creen que sólo las voces prístinas son dignas de loor. Yo creo que ésta es la mejor expresión de cómo un músico popular hace un lieder (está bien, Serrat y Cortés también comparten la corona). Suspiro, ¿algún día entraré en Granada?

4. 20 Éxitos de Jorge Negrete.
¿A poco creían que iba a hacer trampa sólo una vez? Bueno, si somos honestos, en este caso es inevitable hacer trampa, porque hasta donde sé, no hay un LP oficial de Negrete (si alguien lo sabe, hágamelo saber, por favor), pues sólo grabó lo que hoy llamaríamos sencillos. En fin, lo que realmente cuenta, para mí, es que Negrete ha sido mi cantante favorito desde que era niño. El señor tenía una voz como muy pocas he oído, y no es sólo porque al oírle me salga lo mexicano, sino porque el tipo tenía una voz privilegiada. Tomemos por ejemplo Cocula, en la que el señor canta en tonos muy graves e inmediatamente después canta en tonos agudos. O esa hermosura de la Serenata tapatía, en la que esa voz suena tierna sin dejar de ser varonil. Lástima que aún no encuentro ninguna recopilación donde venga la canción que canta en El rapto, en la escena de la cantina, ni la Canción vaquera que canta en Jalisco canta en Sevilla.

3. El Cancionero Popular.
La gran señora Amparo Ochoa siempre tendrá un lugar muy preciado en mi corazón. Y pasa lo mismo que con los grandes intérpretes, cuesta trabajo optar por un disco en especial. Yo me quedo con éste, tanto por ser el primero que oí de ella, cuando sólo era un chavalillo que empezaba a hacer travesuras, como por incluir algunas de mis canciones favoritas (he de reconocerlo, ella canta mejor Como tú que el mismo Paco Ibáñez). Y su versión de El barzón es de otro mundo. Bueno, como sólo lo tengo en acetato, lo oigo poco, pero no hace falta, lo tengo muy presente en mi mente, y mi memoria lo toca a cada rato.

2. The Very Best of Charles Mingus.
Reconozco que en esta ocasión no supe si debía o no hacer trampa. Tengo varios discos originales de Mingus (y puedo decir que mi favorito de ellos es The Black Saint and the Sinner Lady), pero esta antología está tan bien hecha que no puedo dejar de oírla. En sí, la compré porque incluye dos piezas del famoso Pithecanthropus Erectus (que no he podido conseguir aún), y dos más que no tenía ya, pero, como dije, el recopilador hizo tan buen trabajo en esta ocasión que no siento que le haya faltado alguna pieza (aun cuando es obvio que sí). Digo, pienso que si Mingus hubiera oído esta recopilación, le hubiera gustado hacer un concierto en que tocara exactamente estas piezas y en ese orden (con excepción de Passions of a man, que no tengo idea de cómo poder hacerla en vivo).

1. Sticky Fingers.
Si con los demás músicos fue difícil elegir un único disco, imagínese el lector mi problemática con The Rolling Stones, de quienes más discos tengo. Bueno, elegí este disco porque lo considero el más redondo de ellos. Es un disco en el que de la primera nota a la última se está ante la esencia de lo que hemos dado en llamar rock (ellos siempre han tocado blues, y ellos mismos lo han dicho, pero ya se sabe que la gente pone las etiquetas muchas veces con un cariz de taruguez). Aquí están esas líneas de guitarra de Keith Richards que se graban en el cerebro como si las estuviera cincelando; esta esa voz untuosa de Mick Jagger en su mejor momento; esas piezas donde uno no sabe qué está pasando pero que no se pueden dejar de atender hasta que acaban, y esa agresividad musical que siempre marcó el estilo de los Rolling. Este disco, a mi parecer, es lo más cercano auditivamente a una descarga voltaica, energía pura.

Lo que se quedó en el tintero
Dado que la música es el arte más popularizada en nuestra época, es obvio que hay más piezas sueltas conocidas y gustadas que en las otras, de allí que haya más recopilaciones y antologías que, por ejemplo, en la literatura. Además de los consabidos one hit wonders, ¿cuántas veces nos pasa que un artista nos purga, pero una y sólo una de sus canciones nos encanta, como me pasa con Elton John y su Sorry seems to be the hardest word? Digo, a mí me gusta mucho cómo canta Shirley Bassey, pero yo le pedí a mi padre que me copiara un disco de ella sólo por su versión de Send in the clowns. Aun cuando me encanta Neil Diamond, no iba a incluir un disco suyo sólo por Love on the rocks. Y ni se piense que me voy a chutar completa Las Valkirias de Wagner sólo para oír la fascinante cabalgata (pero sí volvería a ver completa la versión de Carmen de Plácido Domingo --que de por sí es de fábula-- con tal de oírle de nuevo su Dragón de Alcalá). Y bueno, también está Pink Floyd, Leonard Cohen, Compay Segundo y todos los demás que no cupieron aquí, pero que llenan físicamente mi casa.