jueves, marzo 11, 2004

ELEGÍA POR ESPAÑA (y por mi México, Israel, Palestina, Estados Unidos, Irak, Colombia, etc, etc, etc.)
Yo acuso

No preguntes por quién doblan las campanas,
están doblando por ti
John Donne

No es una pena, es un gran dolor tener que escribir por la razón que hoy escribo. La aberración que se ha cometido contra el pueblo de España --al que, desgraciadamente, sólo puedo unirme en su dolor-- es una bofetada en el rostro de la humanidad. Aun cuando para mí España sea solamente mi adorado León Felipe, el Quijote y mi eterno Bécquer, el humano, el hombre que soy no puede menos que sentirse indignado por esta masacre de inocentes. Pocas veces he sentido los versos de John Donne como los siento hoy. Lo acontecido sobrepasa el grado de lo criminal: es una aberración contra la raza humana y sólo lo puedo calificar como una hijeputez. Los que lo perpetraron no merecen haber sido humanos; estos son unos meros hijos de puta que Dios, cualquiera que sea el nombre que se le dé, los tenga por toda la eternidad devorados por el mayor fuego de la gehenna.

No se me pidan actitudes políticamente correctas ni estupideces por el estilo. Las personas que fueron muertas y las que fueron heridas eran trabajadores, profesores, estudiantes... gente común como quien esto escribe y, lo que es más aberrante, como los estúpidos que les mataron. ¿Hay justificación? Ninguna. Nada de lo que puedan decir esos falsos guerreros, que más bien son cobardes, podrá justificar esta sangre. Yo les acuso de crímenes contra la humanidad. Yo les acuso de crímenes contra la divinidad. Yo les acuso de crímenes contra todo lo que es correcto y contra todo lo que es sagrado.

Perdóname, pueblo de España, el exabrupto en esta tu hora de luto que también es mío, pero sé que entenderás el dolor y la indignación. Sé que de muy poco te servirán las palabras de este mexicano para sanar las heridas que te han lacerado en la piel. Pero conozco al pueblo de España y sé que cicatrizará sus heridas con el valor y la entereza de manchegos, vascos, catalanes, gallegos, extremeños y demás que tan bien les conocemos. Pero, ojo, que las cicatrices no se hagan olvido, ni en España ni en la humanidad.

Dios mío, ¿cuándo nos harás libres de la estupidez de quienes no te entienden?