ENTRE MÁS CONOZCO A LOS HUMANOS...
George Orwell es conocido por dos libros: 1984 y Rebelión en la granja. Del primero ya he hablado en otra ocasión, y del segundo no hay mucho que decir. En su época, fue una obra que causó furor, ya que decía cosas del socialismo real soviético que muy pocos sabían; hoy día, el conocimiento histórico ha hecho que la novela pierda vigencia. He de decir que este libro me motiva emociones encontradas, porque es innegable que tiene un muy buen oficio literario, pero también es innegable que la intención del autor es la de hacer propaganda anticomunista. Aunque Orwell se la sacó con la cuestión de la libertad de expresión (léase mi entrada sobre las caricaturas de Mahoma en este mismo blog para conocer mi opinión al respecto) y cierta sabiduría zoológica en el prólogo a la segunda edición, el simbolismo es más que claro. Los dirigentes soviéticos eran cerdos; la policía soviética eran perros (ignoro si de allí derivó la frase Los perros de Beria, por el jefe policíaco de Stalin, pero es posible); las juventudes comunistas eran borregos (también ignoro si éste fue el origen de llamar borregada a las masas sin criterio), y los capitalistas eran humanos. Dejo al lector que decida si este abuso propagandístico demerita o no a la novela, que realmente no es eso lo que me motiva a usarla en este momento. Lo que me importa es que Orwell equivocó el planteamiento.
En realidad, la idea de que los animales (o la naturaleza en general) se rebelen contra los seres humanos me parece fantástica. ¿Por qué lo digo? Porque como los humanos bien lo sabemos, somos los peores depredadores que ha tenido este joven planeta. Aun cuando no me gustaría sonar como uno de esos radicales absurdos al estilo Greenpeace, no puedo negarme a aceptar una realidad tan tangible. En 8,000 años (especialmente en los últimos 200), el ser humano ha hecho que este planeta sea cada vez menos habitable, naturalmente hablando. Dejemos de lado el desastre ecológico provocado por la devastación de selvas y bosques, la contaminación de ríos y lagos, la contaminación radioactiva y la contaminación del aire, y veamos simplemente cuál ha sido la actitud del hombre respecto a los animales.
¿Alguno de ustedes recuerda al pájaro dodo? Pues, fuera del que aparece en la película de Alicia en el país de las maravillas y alguna mención en una que otra enciclopedia, es imposible que alguno de nosotros sepa algo sobre el dodo, ya que éste animal fue extinto por obra y gracia del ser humano. Igual pasó con el tigre de Tasmania. Éste marsupial, cuyo único delito fue comerse las ovejas de los granjeros australianos, fue perseguido, juzgado y condenado a la extinción por el ser humano. A finales del siglo XIX, se pagaba a los cazadores una cierta cantidad por cada ejemplar muerto de éste animal. Sólo cuando ya no quedaba más de una decena de ejemplares vivos, los zóologos se preocuparon por rescatar a la especie. Al final, los granjeros australianos pudieron sentirse dichosos, pues libraron a la humanidad de una peste. (En México se dio un caso similar con el lobo mexicano, llegando al exceso de que los granjeros se tomaban fotos con los cadáveres de los cánidos, con unas sonrisas de triunfo igualmente estúpidas a las de los ingleses en sus safaris.)
Pero, ¿realmente libraron a la humanidad de una peste? ¿Que un animal tuviera una conducta propia de su naturaleza es malo? Si afecta al ser humano, claro que sí. Desde que nos percatamos de que éramos la especie "más inteligente" (¡vaya inteligencia, carajo!) del planeta, nos impusimos el título de "reyes de la creación". Este planeta es de nuestra propiedad, ¿no es así? Nosotros somos los que tenemos derecho de devastar bosques para edificar nuestras ciudades de cemento. Nosotros somos los que tenemos derecho de contaminar ríos para alejar nuestros desechos de nuestra casa. Nosotros somos los que tenemos derecho de destruir este planeta únicamente en aras de nuestra comodidad y nuestra ganancia monetaria. La naturaleza no nos lo dio, es cierto; pero, si somos los "más inteligentes" dentro de la naturaleza, ¿acaso no es correcto que nos lo imputemos? Ya lo han dicho los falsos darwinistas (es curioso que los falsos darwinistas hayan surgido en el antiguo Egipto, pero así de incongruente es la humanidad), en este planeta, específicamente en el ámbito animal, el más fuerte es el que sobrevive. Ya que somos los más aptos para sobrevivir (¡pfff!), es justo que el mundo se hinque ante nosotros.
Recuerden, mis queridos hermanos humanos, que Dios nos dio poder absoluto sobre las demás especies del planeta. Así, nosotros tenemos todo el derecho de introducirnos en el terreno de los lobos, para imponernos como los "reyes de la creación" que somos, y si el lobo, tan hambriento como nosotros, trata de comerse una gallina nuestra para subsistir, es claro que los pobres humanos sólo tenemos una salida: matarlo con un arma de fuego, o mejor aún, con una trampa, que cuesta menos que gastar balas con los lobos. Claro que debe ser así, ¿no? Es el lobo o nosotros. No importa que los lobos hubieran subsistido durante milenios junto a otras especies. No importa que los humanos hayamos roto el equilibrio ecológico al parir como desesperados y alargar artificialmente nuestro ciclo de vida. No importa que los humanos tengamos que acaparar especies menores para nuestra alimentación a fin de compensar el desequilibrio que nosotros mismos provocamos. Somos los "seres superiores", es nuestro derecho.
Siendo como somos los "seres superiores", es obvio que no podemos compararnos con nuestros inferiores. Lo contrario sería ilógico. Quizá biológicamente seamos animales, pero, ¿por qué usar una etiqueta que nos privaría de los derechos que nos apropiamos mediante nuestra rapiña? Si un león mata una gacela para subsistir, está en su derecho, así lo quiso la naturaleza. Si un león mata a un ser humano, es un "asesino de hombres". ¿Cómo se atreve el león a compararse con nosotros? Hay que perseguir al león y acabar con él. Tal como hicimos cuando murió el Cazador de cocodrilos. Este individuo, que dedicó su vida a difundir el amor y el respeto a los animales, murió en un accidente en el que una manta le clavó su aguijón en el pecho. Aun cuando se debió a un descuido del Cazador de cocodrilos, fue meramente un accidente, por lo que ni a él se le podía cargar la culpa. Sin embargo, sus admiradores, olvidando las enseñanzas de este hombre, se dedicaron por un tiempo a cazar mantas, para cortarles el aguijón y/o matarlas, ello en venganza a que una manta había matado al Cazador de cocodrilos. ¿Esto es ser inteligente?
Como muchos saben, la frase que da título a esta entrada es sólo la primera parte de la siguiente sentencia: Entre más conozco a los humanos, más quiero a mi perro. Y también saben que la sentencia fue dicha por Adolf Hitler. Si bien nunca comulgaré con las ideas sociopolíticas de este sujeto (que espero esté ardiendo en lo más profundo de los infiernos), he de reconocer que en esa frase tuvo algo de razón. Me he resistido durante muchos años a la misantropía, pero, caray, la humanidad se obstina en hacerme repudiarla constantemente. ¿Cómo puedo respetar a alguien que, para descargar su coraje, patea a un perro únicamente porque el pobre cánido tuvo la mala suerte de cruzarse en el camino de un pendejo? ¿Cómo puedo respetar a alguien que dice que los gatos le dan asco, únicamente por el hecho de que son animales "inferiores" a él? ¿Cómo puedo respetar a alguien que prefiere ver desaparecer a las mariposas monarca a no tener madera que vender para pagarse una noche de parranda en un cabaret de París? ¿Cómo puedo respetar a alguien que mata ballenas sólo para tener un ungüento para mejorar la erección de su falo? ¿Cómo puedo respetar a alguien que masacra parvadas enteras de palomas únicamente para que no se caguen sobre nuestros hermosos edificios? ¿Cómo puedo respetar a alguien que mata animales únicamente porque uno de estos mató a su ídolo de la televisión?
Bien nos vendría una rebelión de los animales, para que los seres humanos supiéramos realmente lo que es ser cazado, lo que implica que destruyan tu hábitat, lo trágico que es que te extingan. Pero no podemos contar con ello. Los animales SÍ SON INTELIGENTES.
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