LOS PROBLEMAS DE SER UNA CULTURA RETRO
(Nota bene: Este texto fue escrito originalmente como una rutina de stand-up, pero lo "suavicé" [esto quiere decir que le quité las palabrotas, nada más] para hacerlo más acorde con los lineamientos editoriales de México. Como no hallé quien quisiera publicarlo, y mucho menos un bar donde presentarlo, lo publico aquí.)
Tengo ganas de ir a Estados Unidos a
hacer unas compras, pero también me lo pienso dos veces. La verdad, mi
apariencia no me ayuda mucho: soy morenito y, por lo largo de mi barba, parezco
un talibán. Soy la tormenta perfecta para Donald Trump. Llegado noviembre, no
habrá manera de que me concedan la visa estadounidense, sin importar quién gane
la elección. Quizá tendría más posibilidades si me hago pasar por refugiado
sirio… OK, descarten eso: con la cantidad de requisitos y revisiones y tiempo
que se necesitan para que me concedieran la condición de refugiado en Estados
Unidos, me resulta menos gravoso esperar a que gane Trump y construya su muro;
luego esperaré a que los ingenieros del Chapo construyan un túnel debajo de
éste y me colaré a Estados Unidos. ¿En serio, un muro? Antes de que los
estadounidenses pusieran la primera piedra, los mexicanos ya habríamos
construido una resortera de cinco pisos de alto.
Pero hay algo que me gustaría
preguntarles a los estadounidenses: ¿Qué les está pasando, dudes? Cada vez que leo noticias sobre ustedes, no puedo creer lo
que veo. Ya sé que tienen una afición por todas las cosas retro, cómo tienen
que traer de vuelta todo lo que hicieron bien la primera vez y hacerla que
apeste la segunda vez. (¿Alguno de ustedes esperaba que Rob Zombie superara a
John Carpenter?) Vamos, lo entiendo, son una cultura retro; pero cuando hablan
de traer de vuelta los sesentas, lo que espero es algunos artistas nuevos de soul, unas cuantas series cursis de TV,
y un buen lote de ácido para hacerlas soportables. ¿Pero tenían que traer de
vuelta los sesentas en toda su integridad?
La última vez que di un vistazo, lo
único de que se hablaba era de los tiroteos cometidos por un loco solitario o
por la policía. (Y una cosa me vino a la mente: si ustedes creen que su derecho
a vender y comprar armas de fuego sin control es más importante que el derecho
de alguien más a vivir, entonces no están preparados para someterse a un
debate; ¡están preparados para someterse a terapia!) Por ello es que, en cierta
forma, entiendo el argumento de Trump en cuanto a que no quiere que los
mexicanos les enviemos cárteles de drogas, violadores y ladrones: ¡es demasiado
obvio que los suyos son más que suficientes para hacer el trabajo! De por sí
tienen un déficit comercial, Trump dixit, ¿también necesitan de un déficit de
criminales? Y con la llegada del Acuerdo Transpacífico, también tendrán a la
yakuza, y las tríadas chinas. ¿No pueden darle una oportunidad a la vieja y
querida Mafia? ¡Vamos, ustedes son una cultura retro! ¡Opten por lo que ya
conocen!
Pero estaba hablando de toda esta vibra
sesentera que hay en sus calles hoy día. Si recuerdo bien, y corríjanme si me
equivoco, ustedes tuvieron que sufrir una espantosa guerra civil en aras de
ponerle fin al esclavismo. Y un demente blanco tuvo que sacarse de la manga una
masacre en una iglesia de negros para que ustedes retiraran la bandera
confederada 150 años después. Antes de ello, ustedes desplegaban la bandera
confederada en cualquier parte: en edificios públicos, calcomanías para la
defensa del coche, chaquetas de mezclilla… creo que incluso la ponían en los
condones, pues a los zafios sureños seguramente les excitaba más el General Lee
que los pantaloncitos cortos de Daisy Duke. ¿Y qué representa la bandera
confederada? Supremacía blanca, segregación, música country, xenofobia,
homofobia, chili con carne, creacionismo, antiaborto y los Vaqueros de Dallas, que
es lo único bueno que ha producido el sur blanco de Estados Unidos. Bueno,
ellos y los senos de Dolly Parton. OK, editen eso, por favor, pues ya Donald
Trump se encargó de demostrarnos que puedes llevar a la bancarrota cuanto
negocio emprendas y aún así ser candidato a la presidencia, o que puedes dejar
de pagar impuestos por 18 años y aún así ser candidato a la presidencia, pero
si te graban diciendo que agarraste a una mujer de la [inserte aquí la forma
vulgar de referirse a la vagina que aplique en su zona], entonces no puedes ser
candidato ni siquiera a director de la universidad que llevaba tu nombre. Y si
esto pudiera parecer kafkiano, basta con recordar qué le costó a Nixon su
presidencia: no fue la guerra de Vietnam, tampoco la represión constante y
severa; fue por una serie de grabaciones que demostraban que había encubierto a
cinco fulanos quienes allanaron la sede del Partido Demócrata. Pero supongo que
así es el orden natural de las cosas: Nixon, fuera por una grabación sobre un
encubrimiento; Trump, ni siquiera entra por una grabación sobre querer agarrar
lo que no debe cuando no debe.
En fin, cuando la gente habla de los
sesentas, por lo general habla de los hippies, el poder de las flores y el
Verano del Amor. Sí, claro, Verano del Amor para los blancos. Pregúntele a una
persona negra cuán llenos de amor fueron los sesentas. En vez del poder de las
flores, él o ella le hablará del poder de los perros. Caray, esos cuates de
Alabama podrían enseñarle a César Millán algunos trucos sobre el adiestramiento
de perros, sobre todo en lo tocante a cómo demostrarle amor a una persona
negra. Pero los comentaristas blancos de hoy día dirán en sus espacios: “Eso es
el pasado. Ya superamos eso. Quienes todavía hablan de racismo son ellos los
racistas”. Vale, hagamos una pequeña concesión. Esta ya no es la época de Jim
Crowe. La gente negra ya no tiene por qué sentir miedo de ver una cruz ardiendo
en su patio delantero. O que les suelten a los perros. Por supuesto que no: la
gente blanca sí cree en el progreso; es mucho más barato vaciarles el peine de
una pistola. Y no me malinterpreten, yo creo que los policías están
acribillando a todos esos negros desarmados por mera revancha. ¿Recuerdan esa
canción de Ice-T, “Asesino de policías”? No diré que la policía se tardó
veintitantos años en entender la letra; no creo que sean tan ágiles de
pensamiento. Pero cuando se percataron de que Ice-T todavía seguía en La Ley y el Orden; Unidad de Víctimas
Especiales y Christopher Meloni ya no, esa fue la gota que derramó el vaso.
Una cosa es hablar de cargarse a policías de la vida real y otra muy diferente
es cargarse a policías de TV; esa es una línea que no puede cruzarse. Y ahora
vemos los resultados: si un negro camina por una calle de regreso de la escuela
o del trabajo, y en la misma acera camina un policía hacia él, el negro tiene
una única opción: sacar su teléfono celular, marcar un número: “¿Bueno? ¿Hablo
a la morgue municipal? ¿Tienen mesa para uno? Sí, pienso que estaré allí en
unos cinco minutos”. Corte a: “¡De rodillas, maldito nigger!” (¿No puedo usar la palabra con “n”? O sea, nos quitaron la
mitad del territorio, ¿y no me permiten un poco de incorrección política?)
“¡Las manos donde pueda verlas! ¿Estás armado?” “No, señor, no”. “¡No te
atrevas a mentirme, maldito…
palabra-con-“n”-porque-estos-cuates-son-demasiado-mojigatos-y-les-preocupan-más-las-palabras-que-a-ti-mi-pistola-en-tu-cabeza!
¿Me aseguras que no traes un arma?” “No, señor, no”. “¡Entonces, bang, bang,
bang, bang, para ti!” El policía se levanta y dice: “Gracias a Dios que no
estaba armado o me habría hecho en los pantalones”.
Y no me digan que no es cuestión de
razas, porque todos sabemos lo que sucedió hace unas semanas en Texas, donde un
orco blanco y enorme arrastró a su hija de cinco años por todo un Wal-Mart
después de atar el cabello de ella al manubrio del carrito de compras. La
policía se presentó y no le hizo nada al fulano, porque la niña no presentaba
señales evidentes de violencia. Ese era el momento para que la policía sacara
sus pistolas y acribillara en el lugar al fulano. “¡Bang, bang, bang, porque tu
hija seguramente será más feliz en un orfanato que en tu casa, maldita basura
blanca!”
Y no me digan que no tienen un problema
racial, porque esto es de lo que deberían estar hablando: de un demente que no
merece el don de ser padre abusando de su hija en un lugar público sin que la
policía haga nada al respecto. Pero no, tienen que hablar de Colin Kaepernick
negándose a ponerse de pie ante el himno nacional. Claro, no se puede culpar al
blanco, porque los niños de ahora no conocen límites; seguro que ella le quitó
todos sus M&M’s rojos y azules y le dejó únicamente los cafés, y eso es
algo que un tipo de Texas no puede soportar: cualquier cosa de color café. Pero
¿qué pasa si un negro ejerce su derecho constitucional a protestar por lo que
considera un trato injusto a su raza? “Oye, si no te gusta, ¡lárgate! ¡Cómo me
gustaría tener mi pistola para darle a este tipo una lección! ¿Dónde está la
policía cuando se la necesita?”
¿Ven el problema aquí? El problema es
que no le están prestando atención a lo que en verdad importa, y esto es el
hecho de que Colin Kaepernick no debería ser despedido por protestar como lo
hizo; deberían despedirlo por ser el pésimo mariscal de campo que es y nada
más. Y por favor, no llamen a la policía, porque aun cuando es malísimo jugando
al fútbol americano, tampoco es para que lo maten.
Entonces, “Las Vidas de los Negros
Importan”, ¿verdad? ¡Pues demuéstrenlo! ¿Saben qué es peor que un racista
activo? Un libertario pasivo. O un pasivo de lo que sea. Ni siquiera en la cama
es del todo agradable ser siempre pasivo; las rodillas son las que sufren. A
menos que se ponga un cojín debajo de ellas, las rodillas son las que pagan el
precio por su pasividad. Y no hay nada más feo que unas rodillas feas. ¿Han
conocido alguien con fetichismo por las rodillas? Hay fetichistas de las
piernas, de los pies… cualquier cosa puede convertirse en un fetiche, pero las
rodillas no. ¿A qué se debe? A que tanto en el sexo como en la vida, es duro
estar de rodillas.
Les prometo que trataré de exaltarme
menos. Recuerden que parezco un talibán, y si me exalto, podría explotar. Pero
ahora que lo pienso, los talibanes no se hacen explotar. Son todos esos otros
radicales islámicos los que, literalmente, estallan por cualquier cosa. Pero no
pueden culparme porque se me hayan confundido; mis lecciones sobre cultura islámica
las tomé con Fox News. Yo solía pensar que había suníes, chiitas, sufíes y esos
otros musulmanes de Indonesia, Europa Oriental y Estados Unidos. Para mí, eran
como las hadas y los pixies; sabía que eran diferentes pero no podía decir
exactamente cómo. Luego vi Fox News y todo me quedó más que claro: musulmán es
igual a árabe y ya. (Todavía me pregunto por qué los estadounidenses se tomaron
la molestia de ponerle color a las películas, pues es obvio que su mundo les
gusta en blanco y negro.) Lo gracioso es que no parecen tener dificultad en
diferenciar todas esas confesiones cristianas: están los católicos, los
ortodoxos —tanto rusos como griegos—, los presbiterianos, los evangélicos, los
metodistas, los bautistas, más los que se acumulen esta semana. La cristiandad
es como un puchero: lo que te agrade, a la olla. Y aún así no tienen problema
para discernir la individualidad en este revoltijo. Entonces, ¿por qué se les
dificulta tanto diferenciar las ramas del islam? Voy a tratar de aclarárselos:
¿recuerdan esa masa de tierra que parece una bota navideña? Esa es la península
arábiga; allí es donde viven los árabes. Ahora bien, ¿recuerdan ese pequeño
planeta que parece una canica azul cuando se lo ve desde el espacio exterior?
Esa es la Tierra; allí es donde viven los musulmanes.
Sí, ya sé, ya sé, están en guerra con
los musulmanes. Vale, sus líderes les dicen que la guerra es con los
terroristas, pero díganme, ¿cuándo fue la última vez que oyeron de un
terrorista que no fuera musulmán? ¡Ni siquiera a sus terroristas locales los
consideran como tales! Incluso cuando tienen esta situación con los
avistamientos de payasos, los cuales están aterrorizando de verdad a su gente,
no se atreven a llamarlos terroristas. ¿Por qué? ¡Porque no son musulmanes!
Incluso cuando tienen a estos dementes asesinando en iglesias de negros para
promover la supremacía blanca, no se atreven a llamarlos terroristas. ¿Por qué?
¡Porque no son musulmanes! Incluso cuando Michael Bay está filmando una quinta
película de Transformers, no se
atreven a llamarlo terrorista. ¿POR QUÉ?
La cosa es que sus funcionarios les
hicieron temerles a los musulmanes porque, aparte de todo ese rollo del
petróleo que nadie va a confirmar oficialmente (ya saben, esa teoría
conspirativa de que un Oriente Medio en llamas significa mejores precios del
petróleo), ustedes siempre han necesitado de un enemigo para que su economía
funcione. Cuando Gorbachov dijo que ustedes necesitaban de enemigos para poder
existir, ustedes prefirieron oír a Reagan cuando pidió que juntos derribaran el
muro de Berlín. Y acabada la Unión Soviética, acabada la Guerra Fría, ¿no es
así? Claro, siempre y cuando no se tomara en cuenta la afición que ustedes
tienen por lo retro. Con todo, la Guerra Fría trajo el viaje a la Luna, los
satélites artificiales, todas esas películas bélicas que hincharon los
bolsillos de Hollywood, incluso todo ese armamento nuclear que los hizo tan
poderosos y ahora no saben qué hacer con él. Pero ahora la innovación, la
producción y el capital se han ido al otro lado del mundo. Samsung tuvo que
quemarle el trasero a más de un incauto para que ustedes volvieran a cazar
Pokémon con sus iPhone. Los chinos les fabrican todo; incluso esas etiquetas
que dicen “Made in USA” están hechas en China. ¿Y qué es lo más notable que
ustedes han producido en los últimos diez años? Uber, Tinder, y la crisis
financiera de 2009. Como que ya va siendo hora de hacer grandioso a Estados
Unidos de nuevo, ¿no?
Entra Siria y Bashar al-Assad. Como los
musulmanes se habían vuelto ese enemigo sin el cual ustedes no pueden vivir, eligieron
hacerle la guerra a un grupo belicoso que ha matado miles de musulmanes por
cada occidental (pero ustedes están aterrorizados de que ISIS cometa un acto
terrorista en su territorio; tanto así que tuvo la misma importancia que los
correos electrónicos de Hillary Clinton y las pifias de Donald Trump en los dos
primeros debates presidenciales). El único problema fue que llamaron la atención
de Vladimir Putin, quien curiosamente también tiene esta idea de hacer
grandiosa a Rusia de nuevo. (Dios los cría…) Y ahora han vuelto a hablar del
peligro de Rusia, de las armas nucleares, de los ayatolás iraníes que ustedes
acusan de querer cometer actos terroristas en su contra mientras ustedes apoyan
a sus rivales árabes que son quienes de verdad han patrocinado a los grupos
terroristas que ustedes consideraron sus enemigos en primer lugar. ¿Y todo por
qué? ¡Por esa afición que tienen por lo retro!
Lo único que vislumbro en este
galimatías en que ustedes se han metido, es que su afición por lo retro me
puede ser de utilidad. Cuando se les ocurrió aventurarse en Europa y el
Pacífico por la Segunda Guerra Mundial (supongo que para asegurarse de que sus
perros calientes siguieran teniendo sólo cátsup y mostaza en vez de chucrut),
tuvieron una escasez de mano de obra que en su momento tuvo que llenarse con el
trabajo de las mujeres y, cosa curiosa, de los mexicanos. Dado que siguen
empeñados en hacer la segunda parte de la Guerra Fría, quizás pronto no tenga
que esperar a que se construya ese túnel que pase debajo del muro y consiga
trabajo en una fábrica de balas, como en los cuarentas. Sólo no me pidan que me
vista de “pachuco” (Zoot Suit, para
ustedes). Hasta lo retro tiene límites.