lunes, octubre 17, 2016

LOS PROBLEMAS DE SER UNA CULTURA RETRO

(Nota bene: Este texto fue escrito originalmente como una rutina de stand-up, pero lo "suavicé" [esto quiere decir que le quité las palabrotas, nada más] para hacerlo más acorde con los lineamientos editoriales de México. Como no hallé quien quisiera publicarlo, y mucho menos un bar donde presentarlo, lo publico aquí.)

Tengo ganas de ir a Estados Unidos a hacer unas compras, pero también me lo pienso dos veces. La verdad, mi apariencia no me ayuda mucho: soy morenito y, por lo largo de mi barba, parezco un talibán. Soy la tormenta perfecta para Donald Trump. Llegado noviembre, no habrá manera de que me concedan la visa estadounidense, sin importar quién gane la elección. Quizá tendría más posibilidades si me hago pasar por refugiado sirio… OK, descarten eso: con la cantidad de requisitos y revisiones y tiempo que se necesitan para que me concedieran la condición de refugiado en Estados Unidos, me resulta menos gravoso esperar a que gane Trump y construya su muro; luego esperaré a que los ingenieros del Chapo construyan un túnel debajo de éste y me colaré a Estados Unidos. ¿En serio, un muro? Antes de que los estadounidenses pusieran la primera piedra, los mexicanos ya habríamos construido una resortera de cinco pisos de alto.

Pero hay algo que me gustaría preguntarles a los estadounidenses: ¿Qué les está pasando, dudes? Cada vez que leo noticias sobre ustedes, no puedo creer lo que veo. Ya sé que tienen una afición por todas las cosas retro, cómo tienen que traer de vuelta todo lo que hicieron bien la primera vez y hacerla que apeste la segunda vez. (¿Alguno de ustedes esperaba que Rob Zombie superara a John Carpenter?) Vamos, lo entiendo, son una cultura retro; pero cuando hablan de traer de vuelta los sesentas, lo que espero es algunos artistas nuevos de soul, unas cuantas series cursis de TV, y un buen lote de ácido para hacerlas soportables. ¿Pero tenían que traer de vuelta los sesentas en toda su integridad?

La última vez que di un vistazo, lo único de que se hablaba era de los tiroteos cometidos por un loco solitario o por la policía. (Y una cosa me vino a la mente: si ustedes creen que su derecho a vender y comprar armas de fuego sin control es más importante que el derecho de alguien más a vivir, entonces no están preparados para someterse a un debate; ¡están preparados para someterse a terapia!) Por ello es que, en cierta forma, entiendo el argumento de Trump en cuanto a que no quiere que los mexicanos les enviemos cárteles de drogas, violadores y ladrones: ¡es demasiado obvio que los suyos son más que suficientes para hacer el trabajo! De por sí tienen un déficit comercial, Trump dixit, ¿también necesitan de un déficit de criminales? Y con la llegada del Acuerdo Transpacífico, también tendrán a la yakuza, y las tríadas chinas. ¿No pueden darle una oportunidad a la vieja y querida Mafia? ¡Vamos, ustedes son una cultura retro! ¡Opten por lo que ya conocen!

Pero estaba hablando de toda esta vibra sesentera que hay en sus calles hoy día. Si recuerdo bien, y corríjanme si me equivoco, ustedes tuvieron que sufrir una espantosa guerra civil en aras de ponerle fin al esclavismo. Y un demente blanco tuvo que sacarse de la manga una masacre en una iglesia de negros para que ustedes retiraran la bandera confederada 150 años después. Antes de ello, ustedes desplegaban la bandera confederada en cualquier parte: en edificios públicos, calcomanías para la defensa del coche, chaquetas de mezclilla… creo que incluso la ponían en los condones, pues a los zafios sureños seguramente les excitaba más el General Lee que los pantaloncitos cortos de Daisy Duke. ¿Y qué representa la bandera confederada? Supremacía blanca, segregación, música country, xenofobia, homofobia, chili con carne, creacionismo, antiaborto y los Vaqueros de Dallas, que es lo único bueno que ha producido el sur blanco de Estados Unidos. Bueno, ellos y los senos de Dolly Parton. OK, editen eso, por favor, pues ya Donald Trump se encargó de demostrarnos que puedes llevar a la bancarrota cuanto negocio emprendas y aún así ser candidato a la presidencia, o que puedes dejar de pagar impuestos por 18 años y aún así ser candidato a la presidencia, pero si te graban diciendo que agarraste a una mujer de la [inserte aquí la forma vulgar de referirse a la vagina que aplique en su zona], entonces no puedes ser candidato ni siquiera a director de la universidad que llevaba tu nombre. Y si esto pudiera parecer kafkiano, basta con recordar qué le costó a Nixon su presidencia: no fue la guerra de Vietnam, tampoco la represión constante y severa; fue por una serie de grabaciones que demostraban que había encubierto a cinco fulanos quienes allanaron la sede del Partido Demócrata. Pero supongo que así es el orden natural de las cosas: Nixon, fuera por una grabación sobre un encubrimiento; Trump, ni siquiera entra por una grabación sobre querer agarrar lo que no debe cuando no debe.

En fin, cuando la gente habla de los sesentas, por lo general habla de los hippies, el poder de las flores y el Verano del Amor. Sí, claro, Verano del Amor para los blancos. Pregúntele a una persona negra cuán llenos de amor fueron los sesentas. En vez del poder de las flores, él o ella le hablará del poder de los perros. Caray, esos cuates de Alabama podrían enseñarle a César Millán algunos trucos sobre el adiestramiento de perros, sobre todo en lo tocante a cómo demostrarle amor a una persona negra. Pero los comentaristas blancos de hoy día dirán en sus espacios: “Eso es el pasado. Ya superamos eso. Quienes todavía hablan de racismo son ellos los racistas”. Vale, hagamos una pequeña concesión. Esta ya no es la época de Jim Crowe. La gente negra ya no tiene por qué sentir miedo de ver una cruz ardiendo en su patio delantero. O que les suelten a los perros. Por supuesto que no: la gente blanca sí cree en el progreso; es mucho más barato vaciarles el peine de una pistola. Y no me malinterpreten, yo creo que los policías están acribillando a todos esos negros desarmados por mera revancha. ¿Recuerdan esa canción de Ice-T, “Asesino de policías”? No diré que la policía se tardó veintitantos años en entender la letra; no creo que sean tan ágiles de pensamiento. Pero cuando se percataron de que Ice-T todavía seguía en La Ley y el Orden; Unidad de Víctimas Especiales y Christopher Meloni ya no, esa fue la gota que derramó el vaso. Una cosa es hablar de cargarse a policías de la vida real y otra muy diferente es cargarse a policías de TV; esa es una línea que no puede cruzarse. Y ahora vemos los resultados: si un negro camina por una calle de regreso de la escuela o del trabajo, y en la misma acera camina un policía hacia él, el negro tiene una única opción: sacar su teléfono celular, marcar un número: “¿Bueno? ¿Hablo a la morgue municipal? ¿Tienen mesa para uno? Sí, pienso que estaré allí en unos cinco minutos”. Corte a: “¡De rodillas, maldito nigger!” (¿No puedo usar la palabra con “n”? O sea, nos quitaron la mitad del territorio, ¿y no me permiten un poco de incorrección política?) “¡Las manos donde pueda verlas! ¿Estás armado?” “No, señor, no”. “¡No te atrevas a mentirme, maldito… palabra-con-“n”-porque-estos-cuates-son-demasiado-mojigatos-y-les-preocupan-más-las-palabras-que-a-ti-mi-pistola-en-tu-cabeza! ¿Me aseguras que no traes un arma?” “No, señor, no”. “¡Entonces, bang, bang, bang, bang, para ti!” El policía se levanta y dice: “Gracias a Dios que no estaba armado o me habría hecho en los pantalones”.

Y no me digan que no es cuestión de razas, porque todos sabemos lo que sucedió hace unas semanas en Texas, donde un orco blanco y enorme arrastró a su hija de cinco años por todo un Wal-Mart después de atar el cabello de ella al manubrio del carrito de compras. La policía se presentó y no le hizo nada al fulano, porque la niña no presentaba señales evidentes de violencia. Ese era el momento para que la policía sacara sus pistolas y acribillara en el lugar al fulano. “¡Bang, bang, bang, porque tu hija seguramente será más feliz en un orfanato que en tu casa, maldita basura blanca!”

Y no me digan que no tienen un problema racial, porque esto es de lo que deberían estar hablando: de un demente que no merece el don de ser padre abusando de su hija en un lugar público sin que la policía haga nada al respecto. Pero no, tienen que hablar de Colin Kaepernick negándose a ponerse de pie ante el himno nacional. Claro, no se puede culpar al blanco, porque los niños de ahora no conocen límites; seguro que ella le quitó todos sus M&M’s rojos y azules y le dejó únicamente los cafés, y eso es algo que un tipo de Texas no puede soportar: cualquier cosa de color café. Pero ¿qué pasa si un negro ejerce su derecho constitucional a protestar por lo que considera un trato injusto a su raza? “Oye, si no te gusta, ¡lárgate! ¡Cómo me gustaría tener mi pistola para darle a este tipo una lección! ¿Dónde está la policía cuando se la necesita?”

¿Ven el problema aquí? El problema es que no le están prestando atención a lo que en verdad importa, y esto es el hecho de que Colin Kaepernick no debería ser despedido por protestar como lo hizo; deberían despedirlo por ser el pésimo mariscal de campo que es y nada más. Y por favor, no llamen a la policía, porque aun cuando es malísimo jugando al fútbol americano, tampoco es para que lo maten.

Entonces, “Las Vidas de los Negros Importan”, ¿verdad? ¡Pues demuéstrenlo! ¿Saben qué es peor que un racista activo? Un libertario pasivo. O un pasivo de lo que sea. Ni siquiera en la cama es del todo agradable ser siempre pasivo; las rodillas son las que sufren. A menos que se ponga un cojín debajo de ellas, las rodillas son las que pagan el precio por su pasividad. Y no hay nada más feo que unas rodillas feas. ¿Han conocido alguien con fetichismo por las rodillas? Hay fetichistas de las piernas, de los pies… cualquier cosa puede convertirse en un fetiche, pero las rodillas no. ¿A qué se debe? A que tanto en el sexo como en la vida, es duro estar de rodillas.

Les prometo que trataré de exaltarme menos. Recuerden que parezco un talibán, y si me exalto, podría explotar. Pero ahora que lo pienso, los talibanes no se hacen explotar. Son todos esos otros radicales islámicos los que, literalmente, estallan por cualquier cosa. Pero no pueden culparme porque se me hayan confundido; mis lecciones sobre cultura islámica las tomé con Fox News. Yo solía pensar que había suníes, chiitas, sufíes y esos otros musulmanes de Indonesia, Europa Oriental y Estados Unidos. Para mí, eran como las hadas y los pixies; sabía que eran diferentes pero no podía decir exactamente cómo. Luego vi Fox News y todo me quedó más que claro: musulmán es igual a árabe y ya. (Todavía me pregunto por qué los estadounidenses se tomaron la molestia de ponerle color a las películas, pues es obvio que su mundo les gusta en blanco y negro.) Lo gracioso es que no parecen tener dificultad en diferenciar todas esas confesiones cristianas: están los católicos, los ortodoxos —tanto rusos como griegos—, los presbiterianos, los evangélicos, los metodistas, los bautistas, más los que se acumulen esta semana. La cristiandad es como un puchero: lo que te agrade, a la olla. Y aún así no tienen problema para discernir la individualidad en este revoltijo. Entonces, ¿por qué se les dificulta tanto diferenciar las ramas del islam? Voy a tratar de aclarárselos: ¿recuerdan esa masa de tierra que parece una bota navideña? Esa es la península arábiga; allí es donde viven los árabes. Ahora bien, ¿recuerdan ese pequeño planeta que parece una canica azul cuando se lo ve desde el espacio exterior? Esa es la Tierra; allí es donde viven los musulmanes.

Sí, ya sé, ya sé, están en guerra con los musulmanes. Vale, sus líderes les dicen que la guerra es con los terroristas, pero díganme, ¿cuándo fue la última vez que oyeron de un terrorista que no fuera musulmán? ¡Ni siquiera a sus terroristas locales los consideran como tales! Incluso cuando tienen esta situación con los avistamientos de payasos, los cuales están aterrorizando de verdad a su gente, no se atreven a llamarlos terroristas. ¿Por qué? ¡Porque no son musulmanes! Incluso cuando tienen a estos dementes asesinando en iglesias de negros para promover la supremacía blanca, no se atreven a llamarlos terroristas. ¿Por qué? ¡Porque no son musulmanes! Incluso cuando Michael Bay está filmando una quinta película de Transformers, no se atreven a llamarlo terrorista. ¿POR QUÉ?

La cosa es que sus funcionarios les hicieron temerles a los musulmanes porque, aparte de todo ese rollo del petróleo que nadie va a confirmar oficialmente (ya saben, esa teoría conspirativa de que un Oriente Medio en llamas significa mejores precios del petróleo), ustedes siempre han necesitado de un enemigo para que su economía funcione. Cuando Gorbachov dijo que ustedes necesitaban de enemigos para poder existir, ustedes prefirieron oír a Reagan cuando pidió que juntos derribaran el muro de Berlín. Y acabada la Unión Soviética, acabada la Guerra Fría, ¿no es así? Claro, siempre y cuando no se tomara en cuenta la afición que ustedes tienen por lo retro. Con todo, la Guerra Fría trajo el viaje a la Luna, los satélites artificiales, todas esas películas bélicas que hincharon los bolsillos de Hollywood, incluso todo ese armamento nuclear que los hizo tan poderosos y ahora no saben qué hacer con él. Pero ahora la innovación, la producción y el capital se han ido al otro lado del mundo. Samsung tuvo que quemarle el trasero a más de un incauto para que ustedes volvieran a cazar Pokémon con sus iPhone. Los chinos les fabrican todo; incluso esas etiquetas que dicen “Made in USA” están hechas en China. ¿Y qué es lo más notable que ustedes han producido en los últimos diez años? Uber, Tinder, y la crisis financiera de 2009. Como que ya va siendo hora de hacer grandioso a Estados Unidos de nuevo, ¿no?

Entra Siria y Bashar al-Assad. Como los musulmanes se habían vuelto ese enemigo sin el cual ustedes no pueden vivir, eligieron hacerle la guerra a un grupo belicoso que ha matado miles de musulmanes por cada occidental (pero ustedes están aterrorizados de que ISIS cometa un acto terrorista en su territorio; tanto así que tuvo la misma importancia que los correos electrónicos de Hillary Clinton y las pifias de Donald Trump en los dos primeros debates presidenciales). El único problema fue que llamaron la atención de Vladimir Putin, quien curiosamente también tiene esta idea de hacer grandiosa a Rusia de nuevo. (Dios los cría…) Y ahora han vuelto a hablar del peligro de Rusia, de las armas nucleares, de los ayatolás iraníes que ustedes acusan de querer cometer actos terroristas en su contra mientras ustedes apoyan a sus rivales árabes que son quienes de verdad han patrocinado a los grupos terroristas que ustedes consideraron sus enemigos en primer lugar. ¿Y todo por qué? ¡Por esa afición que tienen por lo retro!

Lo único que vislumbro en este galimatías en que ustedes se han metido, es que su afición por lo retro me puede ser de utilidad. Cuando se les ocurrió aventurarse en Europa y el Pacífico por la Segunda Guerra Mundial (supongo que para asegurarse de que sus perros calientes siguieran teniendo sólo cátsup y mostaza en vez de chucrut), tuvieron una escasez de mano de obra que en su momento tuvo que llenarse con el trabajo de las mujeres y, cosa curiosa, de los mexicanos. Dado que siguen empeñados en hacer la segunda parte de la Guerra Fría, quizás pronto no tenga que esperar a que se construya ese túnel que pase debajo del muro y consiga trabajo en una fábrica de balas, como en los cuarentas. Sólo no me pidan que me vista de “pachuco” (Zoot Suit, para ustedes). Hasta lo retro tiene límites.